Leyenda kazaja de la música
Érase una vez, un khan cruel vivía en suelo kazajo, sin escatimar a nadie. Solo por una persona tenía amor verdadero, por su hijo, quien no podía imaginar su vida sin cazar. Al gobernante no le gustaba el peligroso pasatiempo del heredero. Cada vez que entraba en el bosque, lo disuadía lo mejor que podía.
Una vez, el hijo de Khan salió a cazar solo, sin compañía de sirvientes. El joven no volvió. El corazón afligido envió a sus sirvientes a buscarlo, ordenándole que no regresara sin buenas noticias. Y aquellos que deciden desobedecer su orden, Khan prometió llenar la garganta con plomo fundido.
En completo horror, los sirvientes fueron en busca de un heredero y lo encontraron debajo de un árbol. Su cuerpo fue destrozado por un jabalí. Que hacer ¿Cómo volver a Khan con tales noticias? Y luego el novio les aconsejó a los sirvientes que llevaran a un sabio pastor con él. Hizo un instrumento musical y tocó una melodía muy triste y triste en él. Después de haber escuchado música hasta el final, el gobernante comprendió sin palabras que su hijo ya no volvería a casa. Pero esto no le impidió ejecutar su orden. Los agujeros del instrumento musical fueron vertidos con plomo fundido.
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